3/27/2006

Miranda la Guerrera

Miranda observó la forma desdeñosa en que el sargento entraba en la aeronave de transporte, sin mirar a las otras reclutas, sin responder a los saludos, el macho fue a sentarse, pero de pronto como recordando un detalle se detuvo en medio del pasaje entre los asientos y pregunto- ¿las jovencitas están preparadas para morir? –miranda se fijó en aquellos ojos, no era desprecio, no era maldad, para aquel hombre aquello era realmente rutina, aquel macho realmente había enfrentado la muerte mil veces, pero esa horrorosa pregunta… No, pensó Miranda, yo no estoy lista para morir, soy demasiado joven, no he tenido suficientes hijas aún, mi familia me necesita, mis hijas me necesitan aún más; pero peor que eso, estoy aterrada, ella pensó todo eso, pero al igual que todas las otras respondió de acuerdo al ritual -¡estamos listas para morir! –El macho giró su cabeza mirando a las guerreras ¿Qué tanto podía ver? La armadura cubría su rostro casi por completo, ¿era el sargento tan bueno leyendo los gestos que podía descubrirla incluso a través de aquella gruesa armadura? Los ojos de Miranda tropezaron momentáneamente con los del sargento y ella se apresuró a mirar en otra dirección- ya veo –dijo el sargento mientras se sentaba pesadamente ¿Por qué las armaduras de los machos eran transparentes en la cabeza? Se preguntó Miranda ¿Por qué todos los Machos usaban aquellos enormes bigotes? no encontró una respuesta, simplemente pensó, las Sinter están locas, casi leyendo sus pensamientos la guerrera que estaba a su lado susurró –maldito el día en que nuestra familia se vio obligada a aliarse a estas dementes. Pronto escuchó el sonido que hacía la aeronave al liberarse de los acoples, miro por la ventanilla, las hélices del aparato permanecían estáticas e inútiles, en uno de los giros de la nave sus ojos tropezaron con una enorme pared oscura que cubría todas las estrellas; estaban cayendo hacia Dimitri, recordó las historias “nunca deja de llover en Dimitri” por primera vez en su vida Miranda pisaría un planeta; agradeció nuevamente que la armadura fuese gruesa y pesada pues por dentro estaba temblando.