8/05/2007

Retorno a la batalla

La artillería enemiga llovía sobre ella y su maquina de combate, iba rodeada de otros seis robots idénticos al suyo pero con la diferencia que estos no estaban pilotados por nadie, se limitaban a atacar los mismos enemigos que ella atacaba y tenían verdaderamente muy poca iniciativa, los mecanismos tenían inteligencia suficiente para saber como salir de un hueco en el terreno si caían en el, pero les faltaba la habilidad de coordinar un ataque por ellos mismos. En una guerra corriente allá arriba, cuando por ejemplo se peleaba por el control de una ciudad orbital o un espejo solar particularmente bien situado o sumamente importante por cualquier otra razón; era común utilizar una formación de cuatro robots no tripulados junto a uno tripulado que les daba las ordenes a los demás; sin embargo aquí abajo era diferente, la gente del planeta era tan poca que una sola mujer era encargada de coordinar seis o incluso más robots, no era una tarea fácil, las máquinas de Miranda con frecuencia se tropezaban unas con otras o peor aun se disparaban entre si por accidente; pero a pesar de eso Miranda se las había ingeniado para mantenerse viva.
– Vienen por encima – Anunció una voz por el comunicador.
Miranda ordenó a su pequeño escuadrón que se prepararan para el ataque aéreo; las pequeñas aeronaves aparecieron muy alto en el horizonte, totalmente inútil atacar con sus armas balísticas, no deseaba desperdiciar los pocos misiles que le habían dado en objetivos tan pequeños así que su única opción era atacar con armas de energía, los robots poseían pequeños dispositivos de fisión así que los armas de energía podían utilizarse por un buen rato sin agotar las reservas del aparato.
Los robots enfocaban sus armas y conseguían derribar las pequeñas aeronaves rápidamente.
– Grupos dos y tres, están desperdiciando energía, grupo dos ataque desde la izquierda, grupo tres ataque desde la derecha – ordenó con rapidez el sargento – grupo uno olvídense de los blancos aéreos enfóquense en el terreno e intente continuar avanzando.
– Si señor.
Miranda se encontraba en el grupo uno junto a otras doce mujeres, en conjunto controlaban unas 70 maquinas, una fuerza respetable.
Los soldados enemigos sin siquiera una armadura de combate se dedicaban a disparar a diestro y siniestro con sus rifles balísticos, en un principio parecían inofensivos, pero cuando tienes a docenas de aquellas pequeñas armas disparando al mismo objetivo puedes tener a un robot fuera de combate en muy poco tiempo.
Con cada disparo del brazo de la plataforma de Miranda saltaban en pedazos los pequeños soldaditos, durante las primeras batallas Miranda pensó que el comando enemigo utilizaba sus soldados de la misma forma que ellas utilizaban a sus robots, pero después de ver a tantos de ellos morir estaba comenzando a pensar que era utilizados mas bien de la misma forma que ella utilizaba sus balas ¿Por qué? ¿Valía la pena morir de aquella forma por un planeta? ¿Qué sentido tenía invadir un planeta después de todo? ¿No había suficientes recursos en la órbita?
El golpe cercano de un disparo de artillería enemigo la sacó de sus reflexiones; uno de sus aparatos de combate cayó tambaleándose, Miranda observó que la señal de aquella máquina se perdía, lamentó la perdida, pero de algún modo se sintió aliviada al pensar que ahora podría coordinarse mejor.
– Miranda yo estoy controlando ocho ¿me ayudas?
– OK, transfiere el control – de nuevo con seis, pensó Miranda.
El avance era lento, a pesar de sus esfuerzos las pequeñas aeronaves habían conseguido descargar una cantidad considerable de soldados que intentaban acercarse y abordar los vehículos de comando en donde se encontraban los generales; si aquellas tenaces criaturas conseguían abrirse paso las soldados a bordo se las verían negras.
– Atención, el comando está ordenando el disparo de algunas salvas incendiarias a nuestra artillería, no avancen más, mantengan la posición, repito mantengan la posición.
Todos los grupos detuvieron su avance y se concentraron en repeler a los enemigos que tenían más cerca.
– Así no vamos a ninguna parte – comentó el sargento por la radio – tenemos que empujar con más fuerza, ellos pululan por todo este continente, tenemos que darles un golpe directo ¿pretenden que podemos acabar con todos y cada uno de ellos? Es evidente que no.
Animada por el comentario de su sargento Miranda se atrevió a decir:
– Realmente no creo que las matriarcas de la familia Sinter estén interesadas en acabar con este enemigo tan rápido.
Las otras mujeres se unieron a la conversación también.
– Había rumores de que las Matriarcas de la superficie del planeta no obedecían completamente a las matriarcas de la órbita.
– Patrañas, la dependencia energética del planeta es muy grande, si las Sinter deciden cortarles la luz las devuelven a la edad de piedra en una semana; además el planeta y la órbita han estado en buenas relaciones económicas por décadas ¿Por qué cambiar eso ahora?
– No seamos ilusas, las Sinter están locas y siempre han estado locas; pero no son estúpidas, lo que ellas quieren es saber ¿Quiénes son estos intrusos? ¿Por qué han venido al matriarcado? Y yo creo que lo que más les intriga es ¿Por qué invaden un planeta?
La discusión fue súbitamente cortada por una poderosa lluvia de artillería.
– ¡Mujeres dispérsense! Fue lo único que el sargento atinó a decir.
Miranda corrió en su robot escoltada por sus fieles autómatas, la tierra temblaba a sus pies a causa de las concentradas explosiones, una vez que el fuego había consumido a los soldados enemigos este no sintió ningún remordimiento en disparar con todo la fuerza de sus cañones artillados; el ruido era ensordecedor aún a través del casco de Miranda, la estática de la radio no ayudaba; entonces el cielo se oscureció, en un planeta en donde llovía el noventa y nueve por ciento del tiempo aquello no era raro, pero Miranda levantó su vista impulsada por algún presentimiento.
Era una nube, si; pero una nube de aeronaves, y lo que traía la nube era una lluvia, una lluvia de soldados.